Un hombre se encuentra caminando solo por la playa, cuando de repente se
tropieza con una botella. La levanta, la mira, la abre y ¡Pum! se aparece un
genio que le dice:
- ¡He estado preso por más de mil años en esa botella! ¡Por tu amabilidad te
gratificaré con un deseo, pero piénsalo bien, porque sólo puede concederte uno!
El hombre piensa por un momento su deseo y le dice al genio:
- Siempre he deseado ir a Hawaii, pero nunca he sido capaz porque me da
miedo volar, y los barcos me dan claustrofobia y mareos. Me gustaría que
hicieras una autopista desde aquí hasta Hawaii.
El genio, desconcertado ante la magnitud del deseo, piensa por unos pocos
minutos y le dice:
- No, creo que no puedo hacerlo. Sólo piensa en todo el trabajo implicado con
los pilares que se necesitan para mantener la autopista y cuan profundos deben
insertarse en el fondo del océano. Piensa en todo el pavimento que se
necesitaría, la ecología que se modificaría. Me temo que es mucho pedir, mejor
piensa en otro deseo.
El hombre asiente, piensa durante un par de minutos su deseo y luego le
dice al genio:
- Hay otra cosa que siempre he querido. Me gustaría ser capaz de entender a las
mujeres ¿Qué las hace reír y qué las hace llorar, por qué son tan
temperamentales, por qué es tan difícil salir con ellas? básicamente ¿qué las
satisface?
El genio piensa por unos minutos y le contesta:
- ¿Quieres la autopista con dos carriles o con cuatro?